Las limitaciones comienzan en uno
- Ramiro Pratto
- 28 jul 2020
- 2 Min. de lectura
Por Francisca Sorrentino
Cuando llega el momento en nuestras vidas de buscar un trabajo nos repetimos una gran cantidad de cosas. ¿Alguna vez te dijiste que no ibas encontrar un trabajo interesante? ¿Que seguramente otras personas serían mejores en el puesto que vos?
Si ya trabajás, ¿te dijiste a vos mismo que no valés para un ascenso, o que cualquiera de tus compañeros lo hace mejor que vos? Este tipo de frases que nos decimos a nosotros mismos son nuestras creencias. Ruth Ajo Landaburu, especialista en coaching con inteligencia emocional y programación neurolingüística, define las creencias como un estado psíquico subjetivo en el cual la persona considera como verdad un elemento, algo en lo que cree “a fe ciega”, sin capacidad de contraste.
Nuestras creencias y valores son los mapas internos que empleamos para darle sentido al mundo. Algunas ya vienen dadas por nuestra cultura y se nos impregnan, sobre todo en nuestra niñez, y otras nos las generamos nosotros mismos de manera inconsciente. En la infancia toda la información que recibimos pasa de forma casi inmediata a nuestro subconsciente, sin que nos cuestionemos la veracidad de esa información. Esto genera que creamos en ideas concretas que no nos cuestionamos hasta que entramos en la edad adulta. Al encontrarse en la parte inconsciente de las personas, las creencias se resisten al cambio. Lo importante es saber que las podemos cambiar, y para eso es necesario diferenciar las creencias limitantes de las potenciadoras.

La especialista define una creencia limitante como un pensamiento negativo que consideramos como cierto, sin que realmente lo sea, y que nos condiciona e influye en nuestro día. Un ejemplo de creencia limitante sería: “mis compañeros son mejores que yo para este puesto”.
Por el contrario, una creencia potenciadora es aquella que nos invita a avanzar y crecer. Hace que saquemos nuestra mejor versión tanto en nuestra relación con nosotros mismos como en nuestras relaciones con los demás. Un ejemplo de este tipo de creencias sería: “me esforcé para llegar hasta acá, me merezco el reconocimiento que me están dando al ascenderme”.
Si lo que pensamos es negativo, nuestros sentimientos serán negativos.
Es posible transformar las creencias limitantes en potenciadoras, pero para eso es fundamental que sepamos reconocerlas en el momento en el que se nos presentan.
Hoy sabemos que nuestros pensamientos son muy poderosos por los efectos que provocan en nuestros cerebros. Esto a veces significa que sentimos en base a lo que pensamos o imaginamos. Si esto que pensamos es negativo, nuestros sentimientos serán negativos.
Por eso es necesario comprender y ser conscientes de las creencias que gobiernan tanto nuestras vidas como las de nuestros compañeros, jefes o conocidos. El objetivo de conocerlas y desafiarlas no es luchar contra ellas o etiquetarlas como negativas -porque no todas lo son-, pero sí tener la capacidad de diferenciarlas e intentar cambiarlas en el momento en el que nos damos cuenta de que nos limitan.
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